"¿Qué dirá? ¿Qué dirá esta conciencia horrible, este espectro que marcha en mi camino?"
El frío de la noche invernal lo hacía
tiritar incesantemente. El humo que despedía el vaho caliente de su boca se desvanecía
entre el brillo de la luna llena que ya se ocultaba en el horizonte, donde se alzaban
los pinos de un tenebroso bosque. Miró alrededor, pero estaba completamente
solo y su alma. Sentía un ardor en las manos y pies, sus rodillas parecían ligeramente
desgarradas, notó sangre. Estaba desnudo.
Su cabeza daba vueltas, escuchaba
voces, más que voces, gritos, gritos aterradores, y en su mente aparecían imágenes
de animales mutilados, pero no comprendía nada. Recordó la última vez que
estuvo consciente:
Se dirigía en un Buick color plata a casa de su novia… ¿Emma?... si, Emma se llama…
o se llamaba… él iba vestido con un elegante traje negro y una corbata azul marina
de rayas diagonales (que solo se ponía en ocasiones especiales), bien
perfumado. Emma le esperaría ansiosamente esa noche para salir a cenar con
motivo de su primer aniversario de novios. Antes de llegar, él sintió un mareo
acompañado de unas náuseas, ya anochecía. El Buick se detuvo a una cuadra antes de llegar a la casa de su
querida Emma. Bajó las ventanillas del auto para tomar aire fresco, cerca había
un Rottweiler que le ladraba, parecía asustado… no él, el perro. Él sólo sentía un dolor insoportable en sus manos que
aun sostenían el volante, notó que estas crecían y se alargaban formando las
garras de una bestia…
Fue lo último que recordó. Mientras
recobraba su respiración agitada, pensó en aquel pobre perro que se encontraba
en el lugar equivocado, en el momento equivocado…
Estaba helado, pero sentía que había
saciado al fin su apetito, sentía una gran culpa, pero al mismo tiempo una gran
satisfacción… desvió la mirada hacia un ciervo que yacía cerca de él, tenía el
cuello desgarrado y se preguntó si Emma había corrido con la misma suerte…
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